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Mostrando entradas de diciembre, 2007

Más Alejandro

Mi pequeño perro, Niño, se ha quedado solito. Los primeros días daba vueltas por la casa gimiendo en secreto, oliendo las paredes, el suelo, su plato. Me observaba con los ojos grandes y la cabeza ladeada para preguntar qué había hecho mal. No he tenido la rabia para contestarle. Mejor me he dedicado a mimarlo, a traerlo conmigo, a darle una concesión: permitirle dormir a mis pies y no en su cojín porque, lo conozco, eso es algo que agradece en estos tristes días sin sol. No sé por qué –y es probable que no conozca a los perros–, pero Niño ha vivido adherido a mí desde que lo recogí en una veterinaria, hace menos de un año. El día que lo compré iba yo arrastrando la frente y algo llamó mi atención hacia el aparador. Era él. Tuve dos gatos antes, lo he contado; no simpatizaba con la aparente estupidez de los perros. Al verlo, sin embargo, quedé conmovido por su devoción: me decía: “Te estuve esperando, Alejandro. Llévame”, y entré y pagué en efectivo para no esperar a que plancharan mi

Alejandro Páez Varela

Ella piensa que después del naufragio principal cada uno de los siguientes la acerca más a la orilla. Y convencida de sí, huye de cualquier señal que la conduzca a enterarse que, uno a uno, los naufragios subsiguientes la han mandado más adentro en el mar. Ella cree que es posible escapar del sino de los abandonados si recurre a la vieja fórmula de los piratas: beber; ganarse la comida del día y beberse la noche con ron; dejarlo todo por un rato y a la mañana retomar las tareas del Sísifo interior: hundir su barco, el siguiente. Ella no tiene cabeza para reparar mastines y velas. Mejor hace de las astillas su esperanza, porque se ha vuelto especialista en construir, de los restos de cada hundimiento, un nuevo velero que la lleve a otro naufragio. Y confía en que ese que viene la arrime a tierra, y no: la conduce mar adentro. Mar adentro, para mi fortuna –y no sé si la de ella–, naufrago yo. La primera vez que se le vio naufragar, flotaba abrazada de un amarre de cajas, cada una marcada