Hoy todavía tengo el escozor que los acontecimientos de ayer, a pesar de que no vivo arrastrando el pasado tanto como creo esperar del futuro, pero hay momentos en que las preguntas no pueden trascender la barrera de la memoria (o esconderse detrás del refrigerador). Es que la memoria de lo irracional se plasmó en la figura más imperfecta que pudiera representarlo: el mal. Me refiero a ese espacio en donde se terminan los héroes y la violencia de todos los días parece un juego sin salida que resulta ser parte de nuestra irracionalidad profunda (o de nuestro instinto). Sin tratar de cuestionar la existencia del bien o del mal (puesto que es demasiado para un espacio) me pregunto si la crueldad humana tiene racionalidad. Elaboramos ideas, dormimos junto a nuestros sueños y nos atacan las pesadillas, pero parece que el mal siempre es parte de la pintura –espacio que probablemente no tiene una lógica determinada más que por la existencia humana. Así pues, el instinto puede revelarse en tan...
Un espacio público de una vida privada