A veces hay heridas que no podemos explicar. No porque no existan las razones, sino porque también nos duele revivirlas, a veces no podemos hacer más que seguir viviendo así. También hay otras heridas que nos dan vergüenza, que nos han llevado a una versión de nosotros mismos de la que no queremos saber, y no nos queda nada más que tenerlas ocultas. También hay heridas que nos guardamos para nosotros, con una sonrisa en los labios porque sabemos que la sangre que corre nos recuerda también que seguimos vivos.
Un espacio público de una vida privada