Como el trajín de esta semana aún no me lleva a encontrar algo emocionante del mundo exterior, lo que trataré en este ensayo será la dualidad de lo que suponemos que existe y que al mismo tiempo no podemos verificar. Alguna vez, discutiendo con una madre buenísima sobre la utopía ( Regla 1: aquí ni las cosas ni las personas tendrán un nombre más preciso que su descripción en dos palabras ), argumentaba sobre lo dañino que puede ser pensar algo que existe pero que nunca se manifiesta, y creo que eso es la utopía. No obstante, que no exista no implica que no tenga un significado. El significado puede convertirse en un motor y un destino, pero también en un ancla que nos impida transformar eso en acciones o momentos que nos representen algo. Es una esperanza y una trampa, es la dualidad de la que se compone la utopía. Ciento cuarenta y nueve palabras... En margen Referencia de la discusión Yo: Nunca hay alguien adhoc hasta que te das cuenta que si era adhoc Yo: La vida no es adhoc (...) E...
Un espacio público de una vida privada