Como el trajín de esta semana aún no me lleva a encontrar algo emocionante del mundo exterior, lo que trataré en este ensayo será la dualidad de lo que suponemos que existe y que al mismo tiempo no podemos verificar.
Alguna vez, discutiendo con una madre buenísima sobre la utopía (Regla 1: aquí ni las cosas ni las personas tendrán un nombre más preciso que su descripción en dos palabras), argumentaba sobre lo dañino que puede ser pensar algo que existe pero que nunca se manifiesta, y creo que eso es la utopía. No obstante, que no exista no implica que no tenga un significado.
El significado puede convertirse en un motor y un destino, pero también en un ancla que nos impida transformar eso en acciones o momentos que nos representen algo. Es una esperanza y una trampa, es la dualidad de la que se compone la utopía.
Ciento cuarenta y nueve palabras... En margen
Referencia de la discusión
Yo: Nunca hay alguien adhoc hasta que te das cuenta que si era adhoc
Yo: La vida no es adhoc (...)
Ella: Ash (...)
Ella: Olvido la utopía?
Yo: Mejor disfruta tu vida
Ella: Ash (...)
Yo: Las utopías a veces nos alejan de la vida de verdad
Ella: Nooooo
Es al contrario
Ella: La utopía es la vida
Ella: Nos acerca
Ella: Nos toca
Ella: Nos apasiona
Yo: La utopía nunca llega... La vida es hoy
Ella: Por eso amigo
Si vivimos con la utopía tocamos la vida
Nos prende la vida
La hacemos cotidiana
Sino es muy gris
Ella: Sin utopía en la piel es muy gris todo
Yo: Sin utopía veríamos la gama de colores que existen de verdad, no lo que nos dijeron que existen en la utopía
Ella: Los conozco bastante bien querido (...)
Yo: Yo sé... Y estas son reflexiones para unas chelas
Ella: Claro
Siempre ameritará beber chelas
Yo: Jajajajaj ok
Ella: Chelas utópicas
Yo: Me gustan mas las de la vida real
Ella: Con sabor a utopía
Yo: De acuerdo
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