Me dices mientras te muerdes los labios. Justo en el momento en que sabes que no podré decirte que no.
Desayuna conmigo porque no tendremos un desayuno más, suena en tu lacerante voz de las mañanas. Siéntate junto a mi aunque sepa que no podrás verme una vez más, que no podré ir en auxilio de tus pesadillas.
Desayuna conmigo mientras me miras a los ojos. Dime que ahí vive el mar, el cielo y todo el universo que no has visto jamás. Cuéntame de interminables batallas en mis párpados y de alucinantes bosques de pestañas.
Come algo mientras tratas de buscar lo que hay en mi alma. Cuéntame de las inmensas explosiones en mis pupilas y pregúntame de las formas que no acabas por descifrar. Mientras me convencen tus ojos de que tengo una que no ha muerto ya.
Desayuna conmigo mientras tomas mi mano, mientras me sonríes un poco. Recorre con ella mis brazos y hazme de nuevo tiritar. Baja poco a poco y llena espacios con tus dedos. Dibuja corazones y miles de formas más, después acerca mi mentón con tu pulgar.
Desayuna conmigo sin melancolías, sin remordimientos. Dime con arrepentimiento que me quisieras haber conocido antes, dime que tu corazón se lo ha llevado el horizonte, que tu alma proviene de ultramar. Dime que puedo ser libre y convénceme de un futuro que jamás pasará.
Desayuna conmigo mientras me siento la mujer más bonita del mundo, mientras me lo dices sin parar. Mírame con los hijos dilatados mientras no entiendo la forma en la que me quieres mirar.
Desayuna conmigo sin el café amargo de tu ausencia, sin el azúcar de los días que han quedado atrás, sin ninguna promesa de mañana escondida detrás de la menta que te gusta tomar.
Desayuna conmigo esta mañana y veremos si existe una mañana más.
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