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Manual para olvidar

¿Alguien me puede explicar la forma de olvidar a una persona? Hay veces en la vida de todo hombre, como dirían algunos sabios, que es necesario dejar en lo más recóndito de la memoria a alguna persona. ¿Por qué? Supongo que la razón es lo menos importante, tal vez tenemos demasiado amor para compartirlo o demasiado desamor para ahogarnos en nuestras nostalgias. Tal vez ninguna de las dos pero tenemos la presencia que nos sigue acompañando y la traicionera memoria se ocupa de recordar algunos buenos momentos. Entonces ¿qué hacer? ¿Cómo empezar y en donde terminar?

Siempre pensé que olvidar a alguien era una de las actividades más tristes que el ser humano puede llevar a cabo. Es una actividad tan humana porque sólo nosotros vivimos de nuestras experiencias, pero jamás aprendemos de ellas. Jamás podremos evaluar nuestros progresos o platicar nuestros procesos, porque recordar lo que uno olvida es hacer referencia indirecta al objeto de tus olvidos. Implica, además de dejar atrás, perder a alguien que fue parte de ti. Para completar la frase de Conrad, no sólo vivimos y soñamos solos, también el ejercicio de olvidar es inherentemente solitario.

No es suficiente si borras los números en tu agenda, tampoco si tachas en los calendarios los días importantes o desapareces las cosas que de alguna forma compartieron. Porque entonces lo estarías negando. Si después de intentarlo uno comienza a dirigir su ira hacia el objeto del olvido, uno ha llegado a la segunda etapa en un estado peor que la primera, porque ahora tienes más motivos para recordar su mal. No pienso describir el resto porque me parecen más tristes que las dos anteriores.

Pero entonces en donde empezar, cómo hacerlo, cómo pedir ayuda. Tal vez uno tenga que dejar de escribir cosas del olvido para empezar a olvidar…

Comentarios

  1. La conocí el 10 de enero de 2003. Fueron cinco años de una relación inexplicable. No siempre como novios, no siempre como amigos. Pero la relación en sí era algo insostenible. Cosas más complejas que mi salud emocional estaban en juego. Ni yo, ni ella, ni la chica delgadita de la facultad de derecho de la UNAM nos merecíamos esto. La posibilidad de poder vivir tranquilamente sin ella, sin este dolor, sin esta angustia de saber cómo está, sin la necesidad de hacer todo en cuanto estuviera en mis manos para verla feliz pasaba por el alejamiento y, quizá, el ovido. Pero nunca la negación. ¿Qué hice? Simplemente dejar de responder sus correos, sus cartas, sus llamadas. No ir tras ella. Corrí con suerte. La distancia me ayudó mucho. Pero no fue sólo la distancia. Fue la certeza de que, si no la dejaba ir, estaría cometiendo uno de los peores errores de mi vida. Y bien, lo sabes, el destino da sorpresas cuando menos te lo esperas. Así que no niegues Chamaco, piénsala, súfrela, pero no te entristezcas de más. Al final, uno siempre acaba dándose cuenta de eso, no vale la pena tanto sufrimiento. Perdón por la extensión del comentario. Un abrazo. ¿Cómo va la crisis en Chile? (No es albur)

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  2. Mi muy querido Pabliux triux liux, compañero de múltiples e interminables disertaciones de madrugada y cómplice del ocio mental: Mira que tu entrada me ha llamado la atención, pues no se trata tan sólo de una aflicción aislada de la cual pudieses padecer sino de uno de los fenómenos más tristes, encantadores, aleccionadores, y comunes al ser humano.

    Sabes que mi posición al respecto no tiene que ver con ignorar, olvidar o bloquear a alguien. A mi parecer ello resulta pueril y por demás simplista. Además de no acabar con el problema ya que ese porcentaje, por más mínimo que sea, de perturbación mental producto de cada nuevo encuentro relacionado directamente con la persona a quien se pretende olvidar, únicamente arrastrará tales sensaciones negativas o abrumadoras o como deseas llamarle, por un lapso de tiempo indeterminado.

    Creo que el margen de sanidad mental más razonable se ubica al decidir la manera en que habremos de canalizar tal conglomerado de ideas, recuerdos y sentimientos en algo propositivo que nos sirva como eje en el curso actual que tenga nuestra vida.

    Que todo pase tan ligero, tan cínico o tan sufrible como lo desees, pero al menos debe existir cierto grado de respeto hacia tí por la sinceridad de los motivos que te llevan a dejar a alguien atrás. Aunque, insisto, seamos realistas, uno no despierta un día y súbitamente ha olvidado el nombre de aquella persona con quien pasó (para bien o mal) meses/años de su vida. Lo que sí queda en uno, pues, no es el recuerdo en sí, sino la carga emotiva que le será asociada; así como una disección acuciosa (resultado de un proceso de introyección personal) sobre qué elementos, qué lecciones, que virtudes, qué errores deseas rescatar de todo ello y así aplicarlo a tu día a día.

    Para futuras discusiones sobre este punto, favor de comunicarse por la vía de siempre a las horas de siempre.

    Saludooos!!

    Ms. Conover.

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