Siempre había querido ver cómo le cortaban el cabello. Nunca había tenido una imagen clara de lo que implicaba un corte de cabello. Era demasiado joven para recordar la última vez que pudo ver cómo le cortaban el cabello.
Siempre había pedido algo que por arte de magia aparecía ahí después de 15 o 20 minutos. Él sólo se sentaba y se quitaba las gafas, repetía las palabras de siempre y todo lo demás se convertía en sombras justo después de esa explicación.
Veía seguro a alguien paseando alrededor de su cabeza. Aquí y allá. Ponía más atención por supuesto si ella era atractiva, pero sólo la guardaba en recuerdos. Después se terminaba la interacción humana y un montón de ruidos le llenaban las orejas, le ensuciaban la frente. El respondía en automático las preguntas de siempre. No pasaba más.
Demasiado era una preguntar si tres milímetros o si requiere un corte adicional. No podía entender lo que jamás había visto. Las formas que se asociaban a las palabras no tenían cabida en unos ojos que jamás las habían visto.
Sin embargo, llegó un momento providencial y a sus ojos había vuelto La Luz. Vio qué tan largo era lo que había pedido siempre y desafió las preguntas de las demás ocasiones. Entendió por qué debía ser tan corto y finalmente pudo estar satisfecho del resultado final. Pudo mirar a la chica de ojos azules todo el tiempo.
La Luz había vuelto a sus ojos para iluminar las cosas simples y nada más.
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