Es domingo y pretendo escribir algo no más importante que lo que pueda merecer un domingo. Sin embargo, me encontré frente a algo que me puso a pensar mucho más de lo que podría requerir un día en el que la nada es tan habitual que perturba.
Pensar entonces, en mi segunda entrega de preguntas complicadas, en nosotros mismos puede llevarme mucho más allá que al irreflexivo ejercicio del ego. No soy la persona que tiene que llenar con brillantez la última página de alguna revista semanal, pero el tema me parece mucho más trascendente para dejar de escribir algo sobre el asunto.
No suelo observarme realmente con detenimiento (a pesar de mi obsesión con los espejos) y mucho menos pensar en la imagen que está reflejada del otro lado; pero, robando la pregunta que leí hace unos instantes, parece que pensar en qué impresión tengo de mi mismo da mucho más que para la construcción de una completa figura ególatra. Y es que entonces, a pesar de vernos de frente a nosotros cada vez que miramos un espejo, ¿nos detenemos a pensar en la imagen que tenemos de nosotros? ¿Tenemos realmente una imagen de nosotros mismos?
La respuesta sencilla me llevaría a pensar que lo hacemos cada vez que pensamos arreglarnos un poco, cuando escribimos de nosotros para informar a alguien más o simplemente en cada una de nuestras acciones, pero, ¿lo que realmente reflejamos corresponde a la imagen que tenemos de cada uno?
Debo comentar que para entender mi respuesta debo explicar un poco mi entorno. A pesar de vivir en un lugar del que no estoy realmente convencido de vivir (cosa que no pretendo relatar en este post), debo aclarar que mi cuarto es nada más y nada menos que un monumento a alguna imagen mía, pero no sé si la real. Tengo dos enormes fotografías en la pared que me recuerdan que alguna vez tuve menos de 2 años (una por cierto, en comprometedora posición), bajo las cuales tengo otras dos muy recientes (bueno, un año no es tan reciente, pero necesitaban un lugar). Justo en la pared de enfrente (la única que no está cubierta por algún esfuerzo pictórico extraño), hay tres fotografías en las que también soy protagonista, aunque para decirlo todo, estoy acompañado por mucha agente. Por si necesitara algo más de mi, justo frente a mi cama hay un espejo –sin mencionar el que está afuera de mi cuarto.
Sin embargo, firmemente no creo ser ninguno de los que está ahí. Tampoco los reconozco como completos extraños, pero incluso las fotografías de hace un año no reflejan ni un poquito lo que entiendo como la imagen que tengo de mi mismo, o lo que me puso a pensar tan acertada pregunta. Me veo, sin detenerme en los detalles, como una persona abierta y libre (entiendo que la libertad no puede salir en una fotografía), que trata de buscar la felicidad, a pesar de que sea escéptico de su existencia. Tranquilo pero muy impulsivo, un poco cobarde y desordenado, pero tenaz y exitoso. Seguir implicaría contribuir al monumento que prometí evitar en este espacio.
Volviendo entonces, no encuentro ninguna de esas personas en la fotografía, ni siquiera un poco, lo que me lleva a pensar que me estado equivocando de fotografía y necesito un cambio de lugar en mi cuarto, o simplemente necesito conseguir un buen fotógrafo…
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