En medio de tantas noticias y un par de desgracias quiero escribir esto con la única intención de que no lo leas. Pareciera entonces que pretendo nada más publicar un pequeño aviso para tenerte informada de mi situación, pero eso me llevaría a que me consideraras mal agradecido por todo este tiempo que estuviste a mi lado. No pretendo ser grosero, pero no puedo mirarte de frente y decírtelo a los ojos, porque me has llevado con tanta inspiración y tanta magia que estoy seguro que caería nuevamente ante lo que considero una maravillosa aventura de seducción.
Nos conocimos en las peores condiciones; ingratos, hijos de una maltratada vida que despedía olores de muerte, tu nombre anunciaba todo lo que nadie quiere nunca, tus ojos desgarraron los míos en busca de compasión. Y te crié fuerte, te curé las heridas, reavivé en ti los sentimientos y te hice mi eterna compañera. No importaban las noches o los días, tampoco los momentos que pasábamos juntos; tenías siempre algo para mí.
Contigo aprendí del sol y de la luna, rechacé amores para no perderte y asimilé dolores que jamás creí haber podido sentir. Miré el agua como mi medio y el viento como mi motor, fracturé la tierra de un solo golpe y dominé el fuego en la palma de mi mano. Platiqué con las estrellas siempre teniéndote junto a mí y embelecé a las mujeres mientras te dejaba esperando en un rincón, sabiendo que la carne no podía satisfacer lo que tú te esforzabas por dar. Paciente esperabas mi regreso, pero sin mostrar jamás un poco de entusiasmo. Sabías que la apuesta era demasiado alta y que había mucho que perder.
Me alejaste entonces, buscaste que yo sólo fuera esclavo tuyo, sólo para ti, sólo para siempre; porque esa es tu naturaleza, porque ahí reside tu intempestiva fuerza. Porque controlarte no te llevaría a ningún lado, porque dejarme ir te regresaría a ti. Fuiste más fuerte entonces, fuiste más linda y siempre buscabas que viera sólo lo bueno y olvidara tus tinieblas… me ofreciste tu amargo paraíso y me ocultaste tu fértil infierno.
Fue entonces cuando la extraña sensación me invadió. Lo entendiste todo y me ofreciste la carne, los celos cambiaron a medidas desesperadas, me ofrecías placeres nocturnos y me deleitabas mañanas con el canto de los ruiseñores. Ante mi estuvieron las más bellas mujeres, los más ricos manjares y los más exuberantes paisajes. Pero sabías que la lucha estaba perdida.
Entonces peleaste, porque jamás encontraré más fuerza que en cada una de tus embestidas, más saña en cada uno de tus golpes ni más dolor en cada una de mis heridas provocadas por ti. Pero jamás quise pelear. Por eso me voy, porque lo que me espera es fantástico, porque iré por un camino que jamás encontrarás. Porque tengo una princesa y muchos sueños, porque quiero una vida de otra forma y otro lugar. Porque no te quiero ahí…
Dejando ir sentimientos con nombre de mujer... o viceversa
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