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Vivir o sobrevivir... is the question?

Sin la esperanza de convencer a nadie, quiero escribir ahora sobre las posibilidades que tenemos para vivir en momentos en que nos dedicamos a sobrevivir. Podría decirse que en estos momentos soy una persona sin oficio ni beneficio (creo que estoy esperando demasiadas cosas), y que por lo tanto tengo las consecuentes limitaciones que me llevarían a pensar en usar las complejas artes de sobrevivir (sobre todo en una de las ciudades más caras de América Latina). Sin embargo, creo que el concepto de sobrevivir tiene muchas más limitaciones mentales de las que puedan existir en mi cartera. De modo que, volviendo a las preguntas extrañas, en este mundo de veinte millones de personas, ¿qué necesita uno para realmente vivir?

No me puedo caracterizar por ser una persona sencilla (a pesar de mis valiosísimos esfuerzos por tratar de serlo), y tampoco creo que mi sistema de creencias me lleve a conformarme (a pesar de lo que algunos pudieran argumentar); sin embargo, creo que vivir es una experiencia un poco más satisfactoria que puede no resultar tan costosa como pudieran pensar algunos (que conste que no estoy escribiendo nombres). Contaré un par de historias para referirme a lo sencillo que pude ser encontrar una forma de vivir con bajo presupuesto.

Long time ago (tiempo atrás para quien no pueda traducir ni eso), tuve la oportunidad de hacer mi servicio social en Petróleos Mexicanos (si, esa devaluada empresa nacional que se dedica a vender gasolinas cada vez más caras), y pude hacerlo al mismo tiempo que mi mejor amigo (justamente el inspirador de tan improductivo post). Resulta entonces que las limitaciones de ambos eran altamente notorias. No presumíamos de tener ningún ingreso resultado de nuestro trabajo, ni tampoco éramos agraciados con las bondades de cuantiosas cantidades que cubrieran nuestros gastos; pero el arte de vivir estaba en lo que podíamos hacer en tan limitada situación. No faltó el tiempo para reírse o inventar cosas raras. Pudimos ahorrar para muchas cosas y el hambre se saciaba con mortales tacos de ocho pesos (para los cuales a veces teníamos que caminar como tres kilómetros). Nuestros gastos se reducían a los dos pesos que pide el sistema de transporte colectivo por acercarte a tu casa (supongo que yo gastaba más porque venía de más lejos). Pero siempre hubo la intención de hacer algo que nos sacara del tedioso estado en que la rutina de 6 horas de escuela y cuatro de servicio nos pudiera someter. Vivir estaba entonces en los detalles, no en el presupuesto.

Descrito entonces, con la idealista creencia de escribir algo sensato, quiero responder a la pregunta con cosas que no cuestan dinero: la actitud es la principal. Podríamos entonces pensar en las diferentes opciones para vivir con sólo dos pesos. Pero, ¿qué pasa si invierto mis dos pesos en algo que pueda generarme más ingresos? Para este punto sigo sosteniendo que incluso si esta respuesta fuera negativa (si no quisiera abrir mi mente para encontrar las posibilidades económicas), hay formas de utilizar la vida pública para generarme algo que llene mi vida. Desafortunadamente, así lo veo yo, vivimos en un país donde el asistencialismo puede adjudicarnos más recursos de los que podemos creer (para detrimento de la eficiencia, según mi pensamiento), y en donde las oportunidades están ahí para quienes las quieran aprovechar (y hay quienes las aprovechan de más).

Creo entonces que cuando se tiene asegurada la parte que nos lleva a sobrevivir, no intentar algo más es un mala decisión que nos lleva a ser mediocres. Tomar malas decisiones tampoco es pretexto para cerrarnos al mundo, pero el no aceptar que lo hicimos deja muchas menos recompensas. Pues entonces mi ejemplo de las cosas que se pueden vivir quedó en una sola descripción larga (pero espero que ilustrativa). Sobrevivir es mediocre cuando existen tantas posibilidades para generar muchas más opciones de vida.

Comentarios

  1. ...Espera, hago memoria...No vivir ni morir, sino tal vez durar sea el verdadero y único merito del ser humano o cosa similar dice Javiar Marías.

    De diez la primer frase del post anterior.

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