Mientras caminaba el día de hoy por el tianguis, y no un tianguis en donde venden berenjenas y espárragos, sino un tianguis de verdad, encontré una serie de elementos muy curiosos que me gustaría compartir.
Este ánimo de caminar y conocer me recordó los múltiples mundos en los que vivimos, o los múltiples Méxicos en los que vivimos. No sé si haber renunciado habrá desbordado algo, pero las ganas de conocer me llevaron a moverme un poco más allá de lo acostumbrado.
No habré caminado más de cinco kilómetros en línea recta hacia el oriente y ya sentía que estaba en otro lugar. Como ese curioso refresco de color verde, de sabor misterioso, y que podías adquirir por tan solo cinco pesos, encontré en ese tianguis prácticamente todo, menos lo que buscaba (eso merecerá otro post).
Entonces seguí caminando y caminando en un laberinto que parecía una extensión interminable del mounstro de la mercadotecnia, pero a unos pasos de tu calle. Encontré chamarras, vestidos, trajes, juguetes y herramientas de todos tamaños colores y sabores. Había taladros que parecía aptos para perforar cualquier bóveda y había muñecas que, desgastadas por el tiempo, se vendían como chácharas.
¿Qué será lo más raro que puedas encontrar en el tianguis? Es sin duda una pregunta que tengo que responder una vez que haya caminado muchos kilómetros de puestos de colores. Pero no cabe duda que esa también es una manera en cómo vivimos.
Vivir en el tianguis y del tianguis es sin duda la forma de vivir de muchas personas. Es en este mundo tan diverso en donde tengo que encontrar lo que me gusta, me parece que la aventurada idea de pensar en un negocio propio está muy lejos de la comida de puesto de garnachas y las chácharas, que sin duda siguen siendo negocio.
Este ánimo de caminar y conocer me recordó los múltiples mundos en los que vivimos, o los múltiples Méxicos en los que vivimos. No sé si haber renunciado habrá desbordado algo, pero las ganas de conocer me llevaron a moverme un poco más allá de lo acostumbrado.
No habré caminado más de cinco kilómetros en línea recta hacia el oriente y ya sentía que estaba en otro lugar. Como ese curioso refresco de color verde, de sabor misterioso, y que podías adquirir por tan solo cinco pesos, encontré en ese tianguis prácticamente todo, menos lo que buscaba (eso merecerá otro post).
Entonces seguí caminando y caminando en un laberinto que parecía una extensión interminable del mounstro de la mercadotecnia, pero a unos pasos de tu calle. Encontré chamarras, vestidos, trajes, juguetes y herramientas de todos tamaños colores y sabores. Había taladros que parecía aptos para perforar cualquier bóveda y había muñecas que, desgastadas por el tiempo, se vendían como chácharas.
¿Qué será lo más raro que puedas encontrar en el tianguis? Es sin duda una pregunta que tengo que responder una vez que haya caminado muchos kilómetros de puestos de colores. Pero no cabe duda que esa también es una manera en cómo vivimos.
Vivir en el tianguis y del tianguis es sin duda la forma de vivir de muchas personas. Es en este mundo tan diverso en donde tengo que encontrar lo que me gusta, me parece que la aventurada idea de pensar en un negocio propio está muy lejos de la comida de puesto de garnachas y las chácharas, que sin duda siguen siendo negocio.
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