Cunado uno deja el mundo de la alta definición para volver a las siluetas y los colores. Donde la definición ya no la dan los pequeños detalles sino otros elementos que no tienen que ver con nuestro sentido para distinguir las formas de una manera detallada. Es entonces que me puedo poner a pensar que muchas de las cosas que pasan en nuestra vida son bastante iguales, o por lo menos muy parecidas.
Las diferencias dejan de ser los finos detalles y todos se vuelven todo. Estamos vestidos con ropas que nos hacen ver muy parecidos, las telas están teñidas de los mismos colores y los cortes y las formas no son más que patrones similares para una sociedad que consume todo y en grandes cantidades. Los cuellos en V o los modelos a media manga se pierden en los mismos colores. La distinción pasó de las grandes generalidades a los pequeños detalles. Los contrastes se pierden en lo burdo.
Los detalles que nos han hecho únicos, que nos distinguen se desvanecen en las burdas formas. Las maneras y los sonidos es lo que ahora me permite diferenciar. Algo en lo que había puesto atención, pero no sé si lo suficiente. Se que dos pasos largos con ritmo muy pausados, pero con la suficiente firmeza para hacerse notar, denotan que alguien importante va a pasar sin hacer más gestos que saberse observada por que tiene que ser así. Después vienen pasos más cortos y cercanos, alguien un poco más pequeño y con una actitud más relajada. Sin duda los tenis son los más difíciles de adivinar. Lo que me hace pensar lo mismo, buscamos tanto ser diferentes que terminamos sin encontrar diferencias.
Ahora es más difícil encontrar qué cosa es cual, pero lo que me hace buscar también en las cosas originales de cada uno que me hagan encontrar la diferencia.
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